LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL DEL SIGLO XVIII
Hasta
fines del siglo XVIII, la economía europea se había basado casi exclusivamente
en la agricultura y el comercio. Lo
que hoy llamamos productos industriales eran, por entonces, artesanías, como
por ejemplo los tejidos, que se fabricaban en casas particulares.
En una economía fundamentalmente artesanal, el comerciante entregaba la
lana a una familia y ésta la hilaba, la tejía y devolvía a su patrón el
producto terminado a cambio de una suma de dinero.
Las innovaciones tecnológicas más importantes fueron la máquina de vapor y la denominada Spinning Jenny, una potente máquina relacionada con la industria textil. Estas nuevas máquinas favorecieron enormes incrementos en la capacidad de producción. La producción y desarrollo de nuevos modelos de maquinaria en las dos primeras décadas del siglo XIX facilitó la manufactura en otras industrias e incrementó también su producción.
Así es que en la Revolución industrial se aumenta la cantidad de productos y se disminuye el tiempo en el que estos se realizan, dando paso a la producción en serie, ya que se simplifican tareas complejas en varias operaciones simples que pueda realizar cualquier obrero sin necesidad de que sea mano de obra cualificada, y de este modo bajar costos en producción y elevar la cantidad de unidades producidas bajo el mismo costo fijo.
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